El vino y la estrella [Privado]

Con una copa de vino tinto en la mano y una botella casi llena sobre una de las mesas del jardín, el vampiro se tomaba un pequeño descanso de todo el trajin que implicaba su traslado a la academia, sentado sobre una de las bancas. El ambiente estaba muy tranquilo, puesto que era muy de noche y a estas horas casi nadie transitaba por estos lugares. Sus únicos acompañantes eran la luna y las estrellas, aquellos que siempre velaban por él a estas horas, que eran sus favoritas para relajarse y le proporcionaban su elemento escencial, la oscuridad.

-Esto ya no sabe igual, hace siglos lo hacian mucho más agradable- pensó en voz alta... y puso cara de desagrado..

De pronto, miró hacia el cielo para contemplar las etrellas, como suele hacerlo cada vez que puede, y observó una luz pasar muy rápidamente....

-No es posible... no puede ser esa misma luz, tengo que haberlo imaginado...- al observar éste evento se quedó estupefacto, a tal punto, que dejó caer la copa de vino al suelo sin darse cuenta... ¿qué era lo que aquella luz le recordaba con tanto dolor?. El ruido del vidrio de la copa al romperse se escuchó como un fuerte y agudo rugido en el silencio de la noche....

La noche era calida para en ángel, era costumbre que su paseo por los jardines se realizara por las tardes, pero un pequeño inconveniente, le hizo cambiar de planes.

La noche le otorgaba una misteriosa belleza a los jardines. La luna y las estrellas hacían lo suyo, así como el sol en las mañanas y tardes.

Recorría el lugar, con la delicadeza que lo caracterizaba, junto a su fiel Angelo, sobre su hombro izquierdo. La curiosidad rondaba por su mente ¿Por qué aquella bella criatura seguía despierta a estas horas de la noche? Y como si la paloma leyera sus pensamientos, emprendió vuelo, al parecer había cedido ante Morfeo.

Silencio absoluto, pero no era perturbador, mas bien relajante. Y sin previo aviso el silencio fue interrumpido. Cual niño curioso, pues el ángel a pesar de su edad mantenía un alma de niño, fue tras el sonido.

Visualizó a un hombre, y frente a sus pies, encontró el causante de todo, una copa de vidrio. Preocupado por un posible daño en el hombre, se acerco, algo tímido, entre los arbustos.

– ¿Se encuentra bien? – Aquella dulce voz, reflejaba la inocencia del joven. Sus ojos carmesí brillaban ante la luz de la luna.

-En las pocas veces que he visto aquella luz, ha ocurrido una tragedia... ¿será que algo está a punto de suceder? no, no es posible... tiene que ser efecto de el vino- pensó ensimismado.

En ese instante, una persona apareció como "de la nada" y le habló, sacándolo del trance en el que se econtraba y devolviéndolo al mundo real...

-Estoy bien, gracias. Al parecer, dejé caer la copa por accidente- respondió.

Se quedó callado unos segundos, reponiéndose de el dolor de aquellos recuerdos que lo atormentaban. Su rostro no podía ocultar su intranquilidad. Luego de calmarse un poco, observó bien a la persona que amablemente se había preocupado por él -hay algo en esta persona que no es común: su mirada refleja una paz absoluta y su presencia es reconfortante, como si se tratara de un ser divino- pensó en ese momento.

-Por cierto, es raro ver una persona a parte de mí en un lugar como este y a estas horas ¿que hace a estas horas por aquí?- por alguna razón, la intranquilidad ya había desaparecido.

– Gracias a dios, no fue nada grave. Los accidentes siempre ocurren – Sonrío tiernamente.

No sabía si debía recitarse o entablarle una conversación. Lo ultimo era lo que deseaba hacer, siempre era agradable tener compañía ¿pero si el hombre desea estar solo? Él solo seria un estorbo en ese caso. Dudaba. El hombre le comenzó a hablar.

– Siempre doy un paseo por los jardines en la tardes, pero se me presento algo, que me tomo mas tiempo de lo que había predicho. No deseaba irme a dormir sin dar una pequeña vuelta… es la primera vez que lo recorro en la noche… – Dio una pequeña mirada a su alrededor – La noche le da una bellaza única…

Cerros sus ojos y juntos sus manos. Una pequeña brisa paso. Suspiro confortable. Abrió los ojos y miro al hombre. – ¡Pero que falta de educación! No me he presentado. – Dio una pequeña reverencia. – Mi nombre es Fausto… Fausto Manfredi. Encantado de conocerlo. – Sonrío amablemente.

-Igualmente. Mi nombre es Adrián Farenheights, y soy profesor de esta academia.- dijo, con una expresión seria en su rostro.

La singular presencia de aquella persona seguía intrigando al mitad-vampiro. Su lado humano percibía una bondad sin igual en el alma de este hombre, incluso, hasta había olvidado aquel mal momento que acababa de pasar. Pero, por otro lado, había algo que lo hacía temerle... ¿acaso su lado vampiro se sentía amenazado de alguna forma?

Era como si se desarrollara un conflicto entre sus dos naturalezas.

-Me alegra no ser la única persona que sabe apreciar estas cosas simples, pero, a la vez, tan interesantes. ¿Deseas tomar asiento? te invitaría algo de vino, pero, como puedes ver, la copa acaba de romperse- intentó sonreir.

Estaba decidido a averiguar algo más sobre esta persona y el por qué de esa extraña sensación.

– ¿Profesor? Interesante. Yo soy sacerdote. – Sonrío – Hace unos meses que llegue aquí. Me gusta la academia, la gente es muy amable.

Y era la verdad. Se sentía muy comodo en aquel lugar, aun mas al poder estar rodeado de humanos, aquellos seres a los cuales le tenia un cariño especial.

– Oh~ ¿Puedo hacerle compañía? ¿No es ninguna molestia? – Miro la copa caída – Eso tiene solución – Soltó una pequeña risa.

Se aparo frente al objeto roto, y se puso de cuclillas, puso su mano alrededor de la copa y dio un pequeño soplido. A los pocos segundos el objeto se compuso. Lo sujeto y se lo mostró al otro – Como nuevo~ ^//^

-Por supuesto. Gracias por arreglar la copa. ¿Desea tomar asiento?- el vampiro mostraba los buenos modales que lo caracterizaban.

-Así que Ud. es sacerdote... no sabía que teníamos una iglesia. Mi madre humana me inculcó sus creencias religiosas, por ello, tengo conocimiento de sus costumbres, pero, no las comparto.

-Siempre me pregunté como es que la fe en algo puede hacer fuertes a algunos. Es algo que hasta ahora no he logrado comprender. Tal vez, Ud, como sacerdote, pueda explicármelo...- dijo, mientras cogía la botella de vino.

-Pero que maleducado soy... olvidé preguntarle si desea un poco de vino... ¿le sirvo una copa?- preguntó.

– Un placer ayudarlo ^//^ – Se sonrojo, si había algo que lo caracterizaba era lo fácil que podía sonrojarse. – Claro. Gracias. – Tomo asiento.

Escucho con atención las palabras del otro, mientras lo observaba sonriente. En los ojos del ángel se reflejaba su inocencia, su mirada era reconfortable.

– Si, por favor. – Le respondió. – Oh. Ya veo. Bueno, todos tomamos caminos diferentes. Lo importante es tener un buen corazón, y eso se pude obtener con o sin la religión. – Sonrío dulcemente. Mio al cielo, perdiéndose en las estrellas. – La fe es la confianza absoluta. ¿Me cree si le digo que ni yo a veces lo entiendo? – Soltó una risita, sin quitar la vista del cielo. – Yo tengo fe en las personas, en que no hay nadie malo en este mundo, que solo han perdido su rumbo, y con alguien dispuesto a ayudarlos, tomaran el camino correcto, por que el fondo todos tenemos un buen corazón. Pero… no tengo una base para creer en eso… algo que me sustente… pero aun así… yo deseo creerlo… – Posos sus manos sobre su corazón. – Con todo mi corazón deseo creerlo… – Miro con dulzura al hombre. – Tengo fe de que hay bondad en todas las personas.

Con la botella de vino en la mano, se quedó escuchando con atención las palabras del sacerdote....

-Ud me recuerda mucho a mi madre. Ella tenía una forma de pensar muy similar a la suya.... creyendo siempre en la gente... incluso cuando estos le dieron la espalda y la acusaron de bruja... a tal punto, que sus últimas palabras hacia mí fueron "No odies a la gente. Si no puedes vivir con ellos, al menos dejalos ir"- Dijo, mientras servía el vino.

-Sirváse- le dijo, ofreciéndole una copa.

-Sabe algo, si todos en este mundo fuéramos como Ud y mi madre, las cosas estarían mucho mejor- sonrió sutilmente. Sonreir era algo muy poco usual en él, pero, sin embargo, ya lo había hecho dos veces en una noche.

Al escuchar sobre la madre de su acompañante, no puedo evitar poner una mirada triste y lagrimear un poco.

– Los humanos le tiene miedo a lo que es diferente a ellos, a lo desconocido. Aquel temor les hace actuar de una manera incorrecta, lamentablemente. Su madre, en verdad ha sido una mujer de buen corazón. – Sujeto la copa que le ofreció, tomando un poco de su contenido. Las últimas palabras del hombre hizo que se sonrojara mucho. – Muchas gracias… o//o – Respondió torpemente.